Estos son días especialmente tristes para el mundo
diplomático. El asesinato del Embajador de Estados Unidos en Libia, en
un ataque de una multitud incitada por el fanatismo religioso, los ha teñido de
negro para la libertad, el diálogo y la concordia entre los pueblos.
Ciertamente, no se trata de la primera ocasión en la
que los diplomáticos se convierten en blanco y objetivo de ataques y
atentados terroristas. Aquellos que tienen el encargo de mejorar el
conocimiento entre los países y de crear el espacio de diálogo necesario para
ello son, por esta precisa razón, objetivo y víctimas de los mensajeros del
odio.
En este sentido existe una línea de continuidad muy
clara que va del ataque
a la Embajada de Israel en El Cairo y que conduce al ataque de este
miércoles pasado contra el Consulado estadounidense en Bengasi.
No hay ninguna excusa ni justificación posible para
este acto de violencia y es inaceptable pensar que una ofensa religiosa
pueda convertirse precisamente en eso, en excusa y justificación de un
asesinato.
Les hago llegar mis condolencias a los familiares
del Embajador y de los tres funcionarios del Consulado de Estados Unidos
fallecidos en este ataque. Que su muerte sea una señal para los líderes del
mundo y que nos conduzca a un clima de diálogo y convivencia entre todos.
Lior Haiat
Portavoz de la Embajada de Israel