Estos días en los que la prensa trataba el último
enfrentamiento violento entre los terroristas de Hamás e Israel, se ha podido
encontrar de todo en los medios de comunicación españoles, incluidas cosas
extrañísimas. Me refiero, por ejemplo, a un periodista que considera que 700
proyectiles lanzados a una población civil es una dosis aceptable (imagino
que también aceptaría esta misma dosis si la población civil fuera la española,
¿o no?...), o a otro periodista que explica y justifica el brutal
linchamiento de un palestino a manos de los terroristas de Hamás por la
sospecha de que colaboraba con Israel.
Estos son solamente dos ejemplos de los muchos artículos
y columnas de opinión cuyo contenido no honra mucho a los que los escribieron y
firmaron. Sin embargo, lo que tal vez me sorprendió más fue un
terrible artículo publicado el pasado sábado en El País, escrito por Antonio Ungar,
escritor colombiano que vive en Tel Aviv.
Por una parte, no se puede esperar que los
periodistas que no viven en Israel, como es el caso de los dos primeros que
mencioné, entiendan bien la realidad que viven cotidianamente los israelíes,
especialmente aquellos cuyas casas se encuentran cerca de la Franja de Gaza.
Por otra, muchos creían, también en Israel, que los habitantes de la ciudad de Tel
Aviv vivían en una burbuja que no les permitía sentir lo que verdaderamente
pasaba a menos de una hora y media de sus hogares. Pero, estos últimos días el
lanzamiento de misiles sobre Tel Aviv ha hecho explotar esta burbuja y los
"telavivim" (los que viven en Tel Aviv) sintieron algo de lo que ha
sido la realidad cotidiana de más de 1 millón de ciudadanos israelíes, que
viven en el sur del país bajo la amenaza constante de los proyectiles
lanzados por los terroristas de Hamás y otras bandas terroristas desde la Franja
de Gaza.
Por eso, de una persona que vive allí, periodista o
no, lo que se esperaría es que sepa un poco más respecto a la realidad de sus
vecinos. No hablo siquiera de tener empatía, sino de conocimiento. Y es que en
el artículo de Ungar no encuentro ni lo uno ni lo otro. Lo único que veo es
mucho odio y la decisión premeditada de no dejar que la burbuja en la que vive
se rompa ante la realidad que tiene frente a sus propios ojos.
Esto se puede ver desde la primera línea de su
artículo. Menciona que primero fue el vídeo, en referencia al que hizo
público Israel mostrando el ataque al jefe terrorista Ajmed Jabri, aunque para
nada fue éste el comienzo. Durante las 7 horas previas al mencionado ataque,
los terroristas de Hamás lanzaron más de 120 misiles a los ciudadanos del
sur de Israel. Será que como no impactaron en el cuerpo de Ungar, para él no
existen.
Después cita declaraciones de los Ministros de Exteriores
e Interior de Israel, pero olvida convenientemente citar las declaraciones
de los Ministros de Hamás. Y no estoy hablando únicamente de las de los
últimos días, es que llevan años haciéndolas e incluso en la carta fundacional
de la banda terrorista llaman a matar a los judíos.
Con todo, tal vez lo peor de la sesgada mirada de
Ungar pueda quizá pasar desapercibido, cuando habla de un canal de televisión
"extranjero ilegal". Así demuestra que conoce muy poco el país en el
que vive, en el que se pueden ver por
satélite o por cable los canales de todos los países árabes (Jordania,
Egipto, Al-jazzera de Qatar, Marruecos, Libia, Turquía, Abu Dabi y otros). Es
decir, no existe tal cosa como un canal ilegal en Israel salvo en la
propia cabeza de Ungar, cuya imaginación surrealista, bien conocida por los
escritores colombianos, le hace crear una realidad inexistente.
Es más, parece que Ungar cae una y otra vez en las
trampas de la propaganda anti-israelí. En un párrafo habla de los misiles
lanzados sobre Tel Aviv (los
Fajer5) para en el siguiente referirse a los cohetes "artesanales
de Hamás". No sé realmente qué tipo de artesanía se elabora en el
lugar de donde procede Ungar pero, le sugiero que coja un taxi (ya que dice que
es mejor no ir en autobús, aunque ni siquiera menciona nada del atentado que
tuvo lugar la semana pasada en Tel Aviv) y se vaya a Sderot a visitar el museo
de los qassam, para aprender sobre los países en los que se elaboran
"artesanalmente" los misiles que luego son lanzados sobre la
población civil de Israel.
Quizá también pueda llevar a sus hijos con él para
que conozcan la realidad de los niños de Sderot, que no quieren regresar
a sus casas cuando están en los refugios, y no es por los juegos que allí
encuentran, sino por el miedo que sienten al vivir tan cerca de unos
terroristas cuyo objetivo es matarles.
Estoy convencido de que esta experiencia no sería
menos reveladora e importante que la de estudiar en un colegio bilingüe.
Por último, no me gustaría dejar de creer que un
medio de comunicación español puede encontrar en Israel una persona, periodista
o no, que pueda llevar a cabo su trabajo sin una mirada tan sesgada y con un
mayor conocimiento de lo que habla.
Lior Haiat
Portavoz de la Embajada de Israel