En ocasiones la realidad supera a cualquier cosa que nos podamos imaginar. No creáis que estoy haciendo una reflexión genérica. Estoy hablando de uno de los hechos más absurdos e increíbles de los que han sucedido últimamente.
La semana pasada en la Segunda Comisión de la ONU en Nueva York se presentó a votación una propuesta sobre las tecnologías agrícolas para el desarrollo. Se pretendía con ella lograr que las distintas tecnologías agrícolas fueran más accesibles y eficaces en los países en vías de desarrollo y, más específicamente, en aquellas zonas pobres azotadas por las sequías y las hambrunas. Además, se priorizaban los derechos de las mujeres, se perseguía la seguridad alimentaria y que las comunidades estuvieran mejor capacitadas para afrontar el cambio climático. Es más, la propuesta se refería concretamente a los objetivos de desarrollo del nuevo milenio presentados por el Secretario General de la ONU, entre ellos, la reducción en un 50% de la pobreza y el hambre en el mundo hasta el año 2015.
Hasta aquí nada fuera de lo normal. Se trata de un procedimiento público y bien conocido en el marco de la actividad multilateral de la ONU y sobre un tema que, sin lugar a dudas, es el único que cuenta con el consenso de todos los países miembros… o quizá no…
Un grupo de estos países miembros, ciertamente no muy pequeño, el de los países árabes, hizo un llamamiento para que todos se opusieran a esta propuesta. No porque la misma no les incumbiese, todo lo contrario. Y tampoco porque con ella se dañara a un país u otro, sino al revés. La razón de la oposición estriba ñeque se trata de una propuesta israelí.
Mi amiga Shuli Davidovich, diplomática del equipo israelí que la presentó, me contó que la mayor paradoja fue que, tras una ruidosa campaña en el seno de la Segunda Comisión, que incluyó los discursos de oposición por parte de varios países árabes (liderados por, nada más y nada menos que Irak, a quien probablemente la reducción de la pobreza y el desarrollo de las tecnologías agrícolas no parece interesarle demasiado), finalmente la propuesta fue aceptada por una aplastante mayoría de 133 países, sin ningún voto en contra, y con la vergüenza de la abstención de los 35 países árabes.
La política de odio hacia Israel hace que estos regímenes árabes ignoren completamente el bienestar de sus ciudadanos, únicamente para continuar con su discurso de deslegitimación. Lamentablemente, los ciudadanos de sus países nunca sabrán el daño que les inflingen sus gobernantes a través de su representación en los foros internacionales, al serles arrebatada cualquier oportunidad de desarrollo económico y de mejora en su calidad de vida.
Lior Haiat
Portavoz de la Embajada de Israel
Nuevo capitulo de una larga serie de despropósitos por parte árabe, por si alguno no se habiá enterado aún, del odio patologico y obsesivo que les constriñe respecto a Israel, un odio producto de un sentimiento de envidia no asimilado, convertido en complejo de inferioridad siempre negado, pero a todas luces notório ...
ResponderEliminar¡He aquí una razón por la que los países árabes no salen de su pobreza! Y ya no hablo de la económica, sino del raquitismo cultural de sus sociedades, com primavera o sin ella.
ResponderEliminarMe pregunto si España votó a favor de la propuesta israelí o si se enrocó en el "no" junto a los países árabes. Miedo me da saber la respuesta.
Lástima que la razón para negarse a aprobar la propuesta israelí sea la de la deslegetimación que mencionas, y no una fruto de la razón misma.
ResponderEliminarUna cosa más*: es [...] La razón de la oposición estriba en que se trata de una propuesta israelí. [...]
* Errar es humano; y los judíos lo son, ¿no?
Con todos mis respetos... el odio de muchos musulmanes hacia el semitismo, es recíproco. Y su fin, trabajo de dos...
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